LA BANDERA BLANCA

Hay veces en la vida que es difícil encajar los golpes, tan difícil que te dejas llevar por sentimientos irracionales y aún sabiendo que no tienes razón, es tanto el dolor y la desesperación, que no ves más allá de tus propias narices. No piensas; eres dueño de tu ira, de tu rabia, de tu odio... quieres vengarte por encima de todo. Y aunque el pequeño pepito grillo que todos llevamos dentro te invita a que reflexiones, le aplastas de un manotazo (¡pobrico!).
Pero como bien dice mi señora madre: "el tiempo lo cura todo" y así es. Y un día el odio desaparece y el mal recuerdo pronto se diluye. Empiezas a ver que estabas equivocada, que no fuiste la única que sufrió, que tu enfado no tenía razón de ser. Reconoces que te has comportado como una cría, que has sido egoísta y se te cae la cara de vergüenza. Es entonces cuando entierras el hacha de guerra e izas la bandera blanca.