De la misma forma que mis últimas Navidades no han tenido que nada que ver con las de los 25 años previos, esta Semana Santa, también va a diferir bastante a las anteriores. Supongo que es el precio que una ha de pagar por incorporarse al mercado laboral; con lo bien que se vivía de estudiante...
Sí, este año trabajo; estoy de guardia ininterrumpida durante una semanita y un día. No es que me importe demasiado la verdad; con las horas que paso en el hospital, me siento ya como si estuviera en mi propia casa (de hecho me siento más cómoda en la sala de residentes que en el salón de mi casa). Y aunque no hay muchos pacientes , los poquitos que hay, están tan pachuchos que requieren tu atención continua, casi las 24 horas del día.
Aunque el hecho de trabajar hace que esta semana sea diferente, lo que realmente me tiene afectada es que no tengo a nadie de mi familia cerca, y es una sensación realmente extraña.
Mis padres pasan por una mala racha y cada uno anda encontrándose a sí mismo a lo largo de la geografía española; mi hermana, está en Galicia, disfrutando de su reciente pero consolidada relación y reforzando lazos con su futura familia política; y mi novio se lo está pasando como un enano de procesión en procesión en su tierra.
¿Envidia? Sí, es posible que lo que me pase es que tenga envidia de todos aquellos que disfrutan de unos días libres, pero sobre todo la sensación es de abandono. Sí, como aquel anuncio que echaban en la tele los veranos en el que abandonaban un perro en mitad de la carretera, pues así me siento.
Por suerte, unos cuantos buenos amigos, les ha pasado como a mí y también andan cual perrillos abandonados por el hospital y al compartir "penas", se hace más llevadero.
"Mal de muchos consuelo de tontos", pues yo debo ser muy pero que muy tonta.
A todos los que tengáis fiesta estos días, ¡disfrutad! y los que no... ¡Ajo y agua!, que es lo que toca.